viernes, 9 de noviembre de 2007

Una imagen no vale mas que mil palabras

La literatura de antaño, a diferencia de la actual (salvo alguna excepción), tenia un papel comprometido con el hombre y la realidad. Hoy tenemos una literatura light, sin fondo, sin posibilidades, inmersa en la más ridícula banalidad, como bien nos introduce Vargas Llosa, escritor i ensayista natural de Arequipa. La literatura, en definitiva, está en estado de coma. Steiner ya vaticinó la muerte de la literatura. La palabra en si misma, permite una participación activa del lector y a la vez sugiere, en vez de mostrar, siendo esta la posición más naive. El lector de hoy no esta acostumbrado a exigirse a si mismo un esfuerzo intelectual, y esto supone un gran dilema. La ficción mostrada a través de las pantallas nos produce un efecto a corto plazo, nos impactan, pero el shock no es lo suficientemente fuerte. No cicatrizamos porque no nos afecta. El lenguaje escrito, en cambio, nos cambia para siempre. Las imágenes no nos permiten llegar al mismo nivel cognitivo que la palabra, y este factor es en si mismo la consecuencia de una evolución tecnológico-social que no vaticinaron los más expertos.

En este mundo donde se producen atrocidades de gran calibre en cada segundo, de cada día del año, surge la necesidad de concienciar a la gente para evitar futuras masacres. Los profesionales de la lengua, sin duda, pueden contribuir para frenar esta ola de violencia en la que está sumergido nuestro mundo. Sloterdijk ya habló en “Normas para el parque humano” sobre la decadencia del humanismo, del proceso de amansamiento del hombre a través de los textos canónicos y asimismo de la necesidad de buscar soluciones en el abstracto mundo de la biotecnología que nos condujesen a ese apaciguamiento tan necesario. No es a caso la supervivencia del hombre y de la cultura, un buen motivo para no dejar de banda este proceso de deterioro constante?.

En definitiva las imágenes y la ficción que representan -no seria correcto llamarle realidad ya que los medios son los primeros en subjetivizarlo todo-, son insuficientes y poco críticas de aquello que merece ser cuestionado. La revolución de la información, del audiovisual, ha sido enorme, y en cierto modo espantosa. Ha sido un cambio brutal que no sabíamos de antemano sus consecuencias, y en realidad, el tiro ha salido por la culata. Los medios de comunicación estaban llamados a ser la mejor arma contra la tiranía de las dictaduras, de las masacres, y un largísimo etcétera, y al mismo tiempo, el mejor aliado de la paz. En realidad no ha sido más que el detonante de una gran bomba de relojería que nos distancia de la realidad. Vargas Llosa nos hace un símil interesantísimo entre el mundo y un teatro, o mejor dicho, un reality show. Un espectáculo basado en el entretenimiento, en el flujo de imágenes fugaces y efímeras que nos invulnerabiliza delante de los imputs que recibimos en cada suspiro. Para Vargas Llosa no es criticable el hecho que haya momentos de distracción, pero el que le preocupa es que pasemos a ser meros espectadores i no participemos del día a día. Las producciones audiovisuales, a demás, sufren dos grandes inconvenientes: son caros y son susceptibles a la censura, o a la conversión de la realidad en entretenimiento, en producir imágenes dirigidas al ocio de las mentes y no de la concienciación. En definitiva, el artículo es una crítica a la banalidad de los contenidos de los medios audiovisuales en general, y expresa una profunda preocupación por el dominio de los mismos por agentes instalados en el poder, sostenido bajo unos intereses económico-políticos que ponen en seria duda la democracia de los medios.

“Chiclé para los ojos”, artículo de opinión escrito por Román Gubern, catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad Autónoma de Barcelona con un extensísimo currículum i publicaciones, nos subraya en el diario El País el día 24 de enero de 2005, una serie de factores que a pesar de que fueron vislumbrados hace ya dos años, gozan de una actualidad pasmosa; más difícil y más admirable es hacerlo cuando se habla de sectores tan cambiantes como el audiovisual!. En dicho artículo se hace referencia a la visión apocalíptica –y perdonen la expresión, prestada literalmente del artículo de Gubern- de los sistemas de telecomunicaciones que introdujeron Mario Vargas Llosa entre otros, y no en vano, ya que tanto en radio como en cine no se había llegado a este extremo. En televisión se emiten mensajes, y estos siempre están sujetos a una ideología o interés, y el “kit de la cuestión”, aquello con lo que juegan los que controlan el sector, es el radio de impacto que producen dichos mensajes en los sentidos de los espectadores. Gubern destaca también los dos tipos de espectador, que a su entender, existen hoy por hoy, y a mi parecer, totalmente acertados: los espectadores incondicionales y los selectivos. Algo así como la gente que mira la televisión por ausencia de otro medio de ocio, o aquella otra que mira sólo aquello que le interesa y cuando lo desea.

Román Gubern, como Vargas Llosa en su artículo, también compara de manera muy astuta la realidad que nos proporcionan, el mundo en cierta manera, con un reality show. Una fuente de diversión, de evasión, que se fundamenta y se nutre de lo que se le ha acostumbrado al espectador. Su visión va más allá de una manera de concebir el mundo como una fuente de entretenimiento; nos lo muestra como un escaparate para la publicidad. La programación es la excusa perfecta para vender, por rocambolesca que pueda ser la idea. Es más, la programación, cuanto más barata i menos esfuerzo conlleve, mejor; y aquí es donde interviene la telebasura, todo aquel programa inmerso en el morbo y la gratificación de nuestros sentidos. Aquí es donde surge también el dilema moral de someter al público joven a éste tipo de programación, y donde empiezan las elucubraciones más retorcidas para intentar frenar el hecho que las nuevas generaciones estén expuestas a este fenómeno llamado telebasura, o crap-tv, que la palabra misma ya tanto nos sugiere.

Naturalmente, establecer un horario protegido durante el intervalo de horas que más audiencia juvenil hay es una medida muy necesaria, pero debemos tener en cuenta que regulación y libertad suman cero, y es básico encontrar el equilibrio para no favorecer a ninguna de las partes. Lo que está claro, es que sin audiencia no hay negocio, y para generar audiencia se investigan las necesidades o gustos del consumidor, y las estadísticas hablan por sí solas. Simplificando: puro marketing. Es cierto que se ha perdido la tradición literaria de antaño, de eso no cabe la menor duda, pero también es cierto que la calidad de los textos de hoy en día, como bien remarcan los dos autores, deja bastante que desear. No es de extrañar tampoco que los medios de comunicación actuales se dejen seducir por el aumento de ventas o el incremento de los beneficios a través de la publicidad, pero no a cualquier precio. También se tiene que tener una visión realista, y mantener los pies en el suelo, pero no es ningún secreto que todo periódico o medio simpatice más con una tendencia política, ya que todo lector ha de saber discernir aquello que lee. Nacemos y morimos con la necesidad de exprimir nuestra capacidad hermenéutica, y debemos hacer uso de ella para entender en qué mundo vivimos.



FUENTES DOCUMENTALES

VARGAS LLOSA, MARIO. “Dinosaurios en tiempos difíciles”. El País [Barcelona] (20 octubre 1996), p. 15.

GUBERN, ROMÁN. “Chiclé para los ojos”. El País [Barcelona]. (24 enero 2005), p. 11

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