Es un día muy caluroso, sin embargo mis manos están heladas. Mi pulso es débil, mi cabeza esta totalmente nublada y me siento incapaz de articular ni una sola palabra. Tampoco hay nadie con quien hablar. No tengo ni idea de lo que hago en este lugar vacío, tumbada boca arriba. Un sudor frío me recorre la frente y el dolor de cabeza es tan intenso que deja de interesarme quién soy, y menos aún quién voy a ser mañana. De hecho, tengo la extraña sensación de que no habrá un mañana. Soy incapaz de recordar mi nombre, y no tengo ni la más mínima idea de la edad que tengo, aunque por mi aspecto puedo intuir que no paso de los dieciocho. Me noto especialmente cansada y sin ganas de moverme, aunque no dejo de desear levantarme e irme a casa. Parece como si hiciera días que estoy en esta extraña habitación pero no veo manera alguna de salir de ella. Hago severos esfuerzos para recordar pero lo único que me viene a la cabeza son meras suposiciones transitorias y sin sentido alguno.
No se escucha ni el menor ruido a excepción del tic-tac constante de un reloj colgado de la pared. Su presencia me atormenta y hace crecer una gran sensación de malestar dentro de mí –tic, tac, tic, tac…- El silencio es sepulcral, pero es interrumpido por un grito desgarrador, es entonces cuando mis músculos, entumecidos, mis sentidos, comienzan a reaccionar; mi mente sufre un golpe de lucidez… ahora entiendo qué es lo que estoy haciendo en esta horrible habitación. Un surtido de imágenes afloran de mi subconsciente traduciéndose en ráfagas esquizofrénicas, mi cuerpo empieza a temblar, y tengo la sensación que pierdo el control de mí misma, el control de mi vida. Pierdo el mundo de vista, mis ojos ya no son ojos y he dejado de ser aquello que fui. Solo yo puedo interpretar semejantes imágenes y me es imposible describirlas. Estaba alucinando, perdiendo la razón. De pronto empecé a escuchar voces que venían del exterior, de algún sitio lejano. Hablaban de mí. No puedo entenderlo todo porque el ruido del reloj es ya ensordecedor – tic, tac, tic, tac… - aunque sí logro descifrar que es la voz de un hombre y la de una mujer jóvenes. Dicen que me trasladan a otro sitio donde no pudiera hacer lo que habia hecho, un sitio más pequeño y acolchado. Era la última pieza del puzzle, todo parecía tener sentido. A mi me dejaba de importar lo que hicieran conmigo, solo deseaba salir de ahí y reencontrarme con mi misma – tic… tac-. El ruido del reloj cesa, las voces también. Soy yo y cuatro paredes, sin nada que hacer ni nada que pensar. Todo encaja perfectamente. Es el principio del fin de mi vida.
viernes, 9 de noviembre de 2007
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